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Ya tenemos otro misterio prefabricado. La excusa es esta vez la
grabación por videoaficionados del incendio de la torre Windsor de Madrid en la que se percibe una ventana iluminada y sombras de personas en movimiento.
Las imágenes son sorprendentes dado que, según los vigilantes de seguridad, a las horas que registra la grabación no quedaba nadie en el edificio y que, según los bomberos, la temperatura en esa planta ―cinco pisos por debajo de las llamas― rondaría
los 300 o 400 ºC (aunque algunas fuentes lo
dejan en 100).
Estos primeros datos parecían enigmáticos o contradictorios y surgían algunas explicaciones:
― la hora que registró la cámara podría ser inexacta y trastocar los cálculos
― la temperatura de la planta podría no ser tan alta como se calculó (ya que las imágenes no mostraban las consecuencias de unas temperaturas tan elevadas)
― las imágenes podrían ser un efecto óptico engañoso provocado por un reflejo en la fachada del Windsor
― el vídeo podría estar manipulado y ser fraudulento
Todas son explicaciones bastante lógicas y normales. Según han avanzado las investigaciones, los datos han ido descartando unas y reforzando otras (ahora
el sabotaje parece plausible).
Sin embargo, para la profesora de parapsicología María Rosa Vicente nos hallábamos ante
un posible fenómeno paranormal. Según ella, el contenido de la grabación "podría ser un rastro energético que alguna persona, que se encontraba en el edificio durante el incendio, hubiera dejado allí en un momento de tensión".
Y así, por las buenas, vimos como la hipótesis encontraba partidarios entre los que siguen un sistema de creencias basado en lo paranormal y enigmático. Un estrato social del que viven
los charlatanes del misterio.
Aquí hay que fijarse, frente a la sencillez de las explicaciones anteriores, en la cantidad de elementos fantásticos e incomprobables que introduce la explicación paranormal:
― las personas podemos impregnar el entorno con influencias de tipo desconocido e indetectable
― las situaciones estresantes pueden provocar que las personas realicen inconscientemente esas impregnaciones
― los seres humanos y las videocámaras pueden interpretar el contenido de esas impregnaciones como si sucediesen en ese momento
Parece poco lógico. Ya puestos a desbarrar, ¿por qué no marcianos o
unicornios?
Menos mal que se impuso el sentido común y algunos periodistas que se preocupan de contrastar la información acuden a
profesionales de reconocido prestigio (concretamente a los del
fraude de las nuevas Caras de Bélmez) y nos presentan como una autoridad a
Pedro Amorós, presidente autoelecto de la SEIP, quien con su retórica florida y siempre innecesariamente trufada de adverbios y palabros analiza los movimientos de las figuras:
"Corresponden a personas humanas (sic) y no a ningún tipo de fantasma, espectro o reflejo. [...] No se corresponde realmente con los efectuados puramente por figuras fantasmales."
Así da gusto, de un vistazo y a ojo de buen cubero (como cuando certificaba, como quien sexa pollos, que unas caras de Bélmez
eran paranormales y otras,
sólo ilusiones "gestálsicas").
― Y tiene razón, además. ¿Acaso se ven sábanas o cadenas en las imágenes del Windsor?
― No.
― Pues no son fantasmas, entonces. Si es que cae de cajón.
Por lo menos otros periodistas
se toman a cachondeo estas paranormalidades. El asunto tampoco da para mucho más.